Octavio Sisco Ricciardi
Un trono es el asiento oficial sobre el que se sienta un monarca en ocasiones ceremoniales; en un sentido abstracto puede también referir a la monarquía o a la corona, por extensión, perteneciente a la aristocracia o nobleza. Símbolos que buscan los humanos para oponer diferencias entre ellos por estatus, condición social o económica. Hoy ese papel heráldico lo juegan las marcas de productos. En el reino de las plantas, hay un árbol vernáculo que ostenta esa condición, es el chaguaramo, llamado también palma real.
El biólogo venezolano Jesús Hoyos Fernández en su "Flora Emblemática de Venezuela" (1985, Caracas, Editorial Armitano), nos refiere que el chaguaramo (Roystonea oleracea) es una especie de palmera originaria de las Antillas Menores y el norte de Suramérica; de gran porte, alcanza hasta 40 metros de altura, muy apreciada por su excepcional valor ornamental, por lo cual ha sido cultivada en muchos países. Se encuentra de forma natural en Venezuela en los estados Portuguesa, Cojedes, Monagas, Sucre, Bolívar, Táchira, Miranda y Yaracuy, este último lo adoptó como su árbol emblemático. Ejemplares que crecen en la plaza Bolívar de la ciudad de Mérida, a una altitud de 1.641 metros sobre el nivel del mar, representan probablemente la ubicación más elevada de esta palma.
Se alzan como saetas rematadas con largas hojas compuestas y pinnadas alternadas en número de 15 a 18, crecen de manera espiralada, agrupándose en forma de corona o copete al final de la columna, curvadas y sustentadas por un capitel cilíndrico de color verde brillante. Debido a su forma plástica ceremonial es usado como elemento ornamental en la arquitectura urbana. Basta pasearse por la Ciudad Universitaria de Caracas, los cuales están colocados como otro componente que dibuja el skyline de la Casa de Estudios. El arquitecto Carlos Raúl Villanueva, recurría a los chaguaramos como hitos en sus diseños, otorgándole ese sello único tropical. En el parque Generalísimo Francisco de Miranda, Parque del Este, hizo lo propio el arquitecto paisajista de origen brasileño, Roberto Burle Marx. En el pasado colonial, estas palmas eran usadas como custodios en largas alamedas que anunciaban la entrada de haciendas y estancias.
La Roystonea oleracea se conoce en Venezuela con diversos nombres, además del más generalizado, de "chaguaramo", vocablo de raíz indígena como nos los refiere el filólogo Ángel Rosenblat; sin embargo, por razones políticas pretendió sustituirse oficialmente con el nombre antillano "palma real" a mediados del siglo XIX. El nombre "palma real" viene porque en la época de la colonia hispánica era considerada símbolo de realeza. Solamente los llamados "nobles" se arrogaban el privilegio de sembrarlas, únicamente podían disponer de dos de éstas en el patio-jardín o en la entrada de la casa, exceptuando en las haciendas que demarcaban sus prolongadas entradas. Esto se puede observar aún en algunas casas coloniales de cierto rango social, como en la Quinta Anauco, en Caracas. La Roystonea oleracea además es conocido como "palmiste" en Trinidad y Tobago y royal palm o cabbage palm en Barbados. Es conocida en Colombia, al igual que en muchas zonas de Venezuela, como "mapora", de ahí el toponímico “maporal”, lugar de muchos chaguramos. Cabbage tree, palmetto royal, palmier franc y chou palmiste son referentes nominales en otras latitudes.
En Caracas, incluso ha sido erigida una estatua en honor al chaguaramo. El monumento, obra del escultor maturinés Eloy Palacios (1911), se encuentra ubicado al final de la avenida José Antonio Páez, urbanización El Paraíso hacia las entradas de La Vega y Montalbán. Distinguido como la estatua de “La India”; esta escultura estaba originalmente destinada como parte del Monumento a la Batalla de Carabobo pero quedó en la capital, puesto que la desnudez de la “india” no fue del pacato agrado de Juan Vicente Gómez. Pero esa es otra historia.
La escultura principal es un chaguaramo monumental con imágenes femeninas alegóricas a las naciones liberadas por Simón Bolívar y la diosa de la libertad. El historiador José Gil Fortoul al referirse a este monumento dice:
“En las llanuras venezolanas destaca esbelto y elegante su triunfal penacho, ha inspirado la feliz idea de sustituir la columna clásica con tres palmas unidas recordando la bellísima leyenda india que pone en el penacho de la palma la habitación de sus dioses”.