Octavio Sisco Ricciardi
El término francés pot pourri derivó al castellano en popurrí. El concepto se refiere a la mezcla o la combinación de elementos que son diferentes entre sí. A partir de este significado, la noción puede emplearse en diversos sentidos.
En el plano de la música el popurrí no es más que la fusión de diversos fragmentos que corresponden a distintas canciones. De este modo, se crea una nueva canción o secuencia musical que generalmente son de un mismo autor o tomado de otros. Los anglicismos nos lo presentan en palabras como medley o mix (derivado de mezcla). En las latitudes caribeñas más bien son denominadas mosaicos, de ahí los mosaicos musicales de Billo Caracas Boys.
La expresión tropical es más precisa, pues el mosaico es el arte decorativo que utiliza madera, piedrecillas, terracota o vidrios de varios colores para crear imágenes o dibujos; pequeños trozos que unidos concretizan diseños de sus creadores.
Desde tiempos pretéritos, se conoce que la destreza de realizar esta obra se desarrollaba a principios en la Edad de Bronce, en la isla de Creta. Posteriormente, fueron descubriéndose en yacimientos arqueológicos de Mesopotamia del siglo IV al III a.C, Grecia (siglo III a.C) y en Meso América. Pero es importante destacar que el gran desarrollo se dio a lugar en la época del Imperio Romano que luego pasó a manos de los bizantinos, islámicos, normandos, transitando por el Renacimiento hasta nuestros días (siglos XIX, XX y XXI).
La palabra mosaico deriva del latín mosaĭcum (opus), es decir, obra relativa a las musas. Los romanos consideraban tan exquisito el arte de hacer mosaicos que pensaban que sólo podían crearlo las musas o los favorecidos por ellas.
Las musas son divinidades de origen griego inspiradoras de las Artes: cada una de ellas está relacionada con ramas artísticas y del conocimiento. Apropiadas e incorporadas a la cosmogonía romana, son hijas de Zeus y de Mnemósine. Compañeras del séquito de Apolo, dios olímpico de la música y patrón de las bellas artes, bajaban a la tierra a susurrar ideas e inspirar a aquellos mortales que las invocaran. De allí que todos los artistas esperan que alguna musa descienda para inspirarles y dar rienda suelta a la creatividad.
Testimonios de extraordinarias manifestaciones de este arte son: el mosaico de Issos (también conocido como mosaico de Alejandro Magno) copia romana (ca. I a. C.) de una pintura helenística (ca. 325 a. C.) hallada en la Casa del Fauno, en la fatídica Pompeya. También, los mosaicos de la era del Bizancio en la ciudad italiana de Rávena, destacándose los murales de la iglesia de San Vital de Rávena (o San Vitale di Ravenna) o el célebre “Pastoral celeste”, representación del Buen Pastor bajo un techo abovedado de un intenso azul añil en el Mausoleo de Gala Placidia, no en vano Patrimonio Mundial declarado por la Unesco por cuanto según su criterio “es el más antiguo y mejor conservado de todos los monumentos con mosaicos, y al mismo tiempo uno de los más perfectos artísticamente”.
Los árabes harían lo propio bajo los cánones artísticos que impone el islam. Ejemplo notorio son los mosaicos de la Cúpula de la Roca en la ciudad de Jerusalén. Un cosmos de color, geometría sagrada y devoción.
En los inicios del siglo XX, Antoni Gaudí llenaría de mosaicos multicolores a la ciudad de Barcelona, España con sus arquitecturas orgánicas.
Sin embargo, hay un tipo de mosaico cuyo uso se torna popular en tiempos recientes, es el mosaico veneciano que alcanza su cénit entrado los años 50 e inicios de los 60 del pasado siglo.
El mosaico veneciano o vitrificado, también conocido como venecita, es un producto vítreo creado hace más de 2.500 años. Para su realización se funden materias primas naturales como la sílice, base del vidrio, y otros componentes minerales. El color se incorpora en la misma masa de composición. Es un producto único que perdura en el tiempo y no sufre ningún tipo de cambio, tanto en su color, como en la dilatación o contracción, ya que en el proceso de fusión la temperatura que alcanza el mosaico veneciano es de 1400 grados centígrados.
Es así que el mosaico vitrificado se incorpora a la saga artística de la era actual. Basta con pasearse en la Ciudad Universitaria de Caracas, Patrimonio Mundial, para apreciar una infinidad de murales de artistas nacionales y extranjeros (Mateo Manaure, Victor Vasarely, Carlos González Bogen, Armando Barrios, Oswado Vigas, Pascual Serrano, Fernand Léger, André Bloc)
En el corazón del Centro Simón Bolívar de Caracas, en la plaza Caracas, una de las grandes áreas a cielo abierto con que cuenta la ciudad, en el norte de la Stóa poikilé (el Pórtico pintado del ágora de Atenas) podemos admirar en toda su inmensidad el primer mural elaborado en el exterior por el pintor ecuatoriano de dimensión universal, Oswaldo Guayasamín. Se trata del “Homenaje al Hombre Americano”. Elaborado con mosaicos venecianos, la obra de 30 metros cuadros, con una longitud de 6,50 x 5,50 metros, fue inaugurada en 1954. En su plástica se mezclan tendencias cubistas y expresionistas en las que se muestran tres figuras humanas en rojo, negro y beige sobre un fondo amarillo en los costados y azul oscuro en el centro. El mural nos recuerda las dramáticas expresiones temáticas haciendo uso de dichos colores del muralista mexicano José Clemente Orozco, quien fue maestro de Guayasamín. A la izquierda se aprecia la representación de un afrodescendiente y a la derecha un hombre originario americano. En el centro se levanta una figura masculina alzando los brazos como si sostuviese el cielo, es el atlas americano, el espíritu del hombre americano que se libera de las cadenas de la opresión.
Las musas de Guayasamín fueron esencialmente los pueblos sufridos, primeros los del continente americano, luego los del resto del mundo. La primera colección de Guayasamín sería “Huaycayñan”, que en quechua significa “El Camino del Llanto”. Esta relata la miseria y sufrimiento que vio en los pueblos aborígenes de América Latina durante el viaje que realizó en 1945 desde México hasta la Patagonia. Son 103 cuadros en los que pinta a los pueblos mestizos, indios y negros, con sus expresiones de alegría, tristeza, tradición, identidad y religión.
Más tarde, en 1961, llegaría su colección “La Edad de la Ira”, que muestra las tragedias que marcaron dicha época, como los campos de concentración nazis, las dictaduras en América Latina, las bombas de Hiroshima y Nagasaki y la invasión a Playa Girón en Cuba, entre otros sucesos. Con sus pinturas, en esta época desea plasmar el dolor y la angustia de las madres que perdían a sus hijos, así como la violencia del hombre contra el hombre.
En 1976 Guayasamín creó la Fundación Guayasamín, y a través de ella donó a Ecuador todo su patrimonio artístico, con el que se crean tres museos: Arte Precolombino (con más de 2.000 piezas), Arte Colonial (más de 500 piezas) y Arte Contemporáneo (con más de 250 obras), que se encuentran emplazados en el circuito que integra al Museo de su propia inspiración: La Capilla del Hombre, en su Quito natal.
En los años 80 empieza una nueva serie a la que titula “Mientras Viva Siempre te Recuerdo”, conocida como “La ternura”. Es una declaración de amor a su madre, quien lo apoyó desde el principio en su carrera de pintor, aunque su padre se oponía, y un homenaje a la madre tierra y a la defensa de la vida.
En 1986, Guayasamín fue el primer pintor latinoamericano que tuvo el privilegio de exponer en el salón de los emperadores del Museo Hermitage, en San Petersburgo, Rusia.
En la actualidad, la obra del ecuatoriano reposa en La Capilla del Hombre, inaugurado en 2002. Allí también descansan sus cenizas en una vasija de barro bajo el denominado “Árbol de la Vida”, un árbol de pino plantado por el mismo artista en la casa donde vivió sus últimos años.
La obra de Guayasamín de su primera etapa ("Huacayñán" o "El Camino del Llanto") fue mostrada en el mes de noviembre de 1953 en el Museo de Bellas Artes de Los Caobos, en una exhibición individual de 103 cuadros bajo el patrocinio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Su obra causó honda admiración de la crítica, tanto así que se le invitó a participar en el elenco de artistas plásticos que imprimirían sus obras en el incipiente Centro Simón Bolívar que para esos días se estaba edificando.
Cuando fue inaugurada su mural un año después, el artista declaró: “He querido realizar un homenaje a la ciudad (de Caracas) y a la nación venezolana. Por eso he hecho un mural que para mí es obra definitiva”.
Guayasamín que en quechua significa “ave blanca que vuela” clamaba en lápiz, pincel, lienzo, paredes y mosaicos por un mundo mejor. Cada cuadro es como un verso a un poema y se expresa de manera integral como una dualidad de justicia e injusticia. Su obra, en especial sus murales que podemos encontrar además el de Caracas, en Quito (Universidad Central, Palacio de Gobierno, Universidad de Guayaquil, Congreso Nacional), Madrid (Aeropuerto de Barajas), Paris (Unesco), Panamá (Unicef), ha querido transmitir incesantemente un mensaje, el de la integración nuestramericana y que precisamente se inicia en Caracas en 1954: “De México a la Patagonia tiene que ser un solo país. Ese es el llamamiento que estoy tratando de hacer a través de los murales que estoy haciendo”, dijo Guayasamín. En el centenario de su nacimiento, que ese llamado alce vuelo.