Octavio Sisco Ricciardi
En el plano físico el ser humano ha proyectado en las cosas animadas o inanimadas que le rodean los géneros de su especie: masculino y femenino, por tanto, los nombres para identificarlos quedan afectados igualmente. En ocasiones, hay géneros de los llamados neutros que admiten indistintamente uno u otro atendiendo al contexto gramatical. Esa asignación lleva implícitamente las características propias del mismo: la fuerza, el arrojo, la conquista serán masculinos mientras que lo dulce, lo receptivo, lo materno femeninos. No obstante, esta tendencia parece no aplicable para todos los pueblos y sus lenguas.
Así por ejemplo, en las lenguas romances (también denominadas lenguas románicas, latinas, o neolatinas) que provienen de la rama indoeuropea de lenguas estrechamente relacionadas entre sí y que históricamente aparecieron como evolución (o equivalentes) del latín vulgar, es curioso que la palabra para designar la construcción que permite salvar obstáculos físicos, es decir, el puente, sea de género masculino en castellano, francés, italiano, catalán mientras que es femenino para el portugués y su pariente próximo, el gallego. No en vano Miguel de Cervantes decía del portugués que era un idioma “dulce y agradable”. El rumano, otro primo hermano de las lenguas romances, el vocablo puente (pod) es neutro, y en ocasiones femenino conforme a la sintaxis aplicada.
El término puente etimológicamente proviene del Pontifex romano, que significa “constructor del puente”, es decir, aquello que media entre dos mundos separados, según nos refiere Cirlot. Otras culturas más milenarias, como la China, los puentes eran signos de unión del cielo y de la tierra. En la Grecia es Iris, la mensajera de las deidades. En multitud de pueblos es el puente que liga lo sensible y lo suprasensible. El puente es un símbolo universal de la unión de lo contrapuesto, del arriba y el abajo, del pasado y del futuro.
En el valle de Caracas convergen aproximadamente 25 quebradas o cursos de agua, que drenan al río Guaire, lo que obliga necesariamente a sortear esos cruces con viaductos. Sobre la red de alcantarillado y colectores, del total de quebradas o cursos de agua, 21 provienen de la vertiente Sur de la Cordillera de la Costa y drenan al Guaire por su margen izquierda; los principales tienen rumbos predominantemente entre: Noroeste-Sureste a Norte-Sur. Otros cuatro drenan por la margen derecha del río. Se han identificado alrededor de 221 puentes construidos en los últimos dos siglos y medio para salvar irregularidades y cursos de agua, lo cual ha permitido el crecimiento urbano de la ciudad. Algo más de una quinta parte del total anterior fue construido con anterioridad al siglo XX. Así se corrobora en un trabajo de investigación de Arnal M., E. (2000). Lecciones de Puentes, con la colaboración de los Ingenieros: Cecilia Arnal M. y Luis Alfredo Rivero. Altolitho C.A.
El decano de los puentes caraqueños data de 1775 sobre la quebrada Catuche, voz indígena cumanagoto para designar al árbol de guanábana o guanábano (Annona muricata) pariente de la chirimoya. Se trata del Puente de Carlos III obra del insigne caraqueño Juan Domingo del Sacramento Infante, quien construye además el de la Trinidad (hoy desaparecido) y la capilla de la Santísima Trinidad, cuna del Panteón Nacional al norte de la ciudad. Las obras de construcción del puente se inician cerca del año 1772 por disposición del entonces gobernador José Carlos de Agüero con fondos del Cabildo de Caracas; por razones históricas y arquitectónicas es considerado patrimonio cultural de la ciudad de Caracas (Monumento Histórico Nacional según Gaceta Oficial n° 31.139 de 27 de diciembre de 1976). Recibe su nombre para recordar al entonces monarca Carlos III de Borbón (Carlos III de España), quien reinaba para la época de su edificación. Otro puente en ladrillos que data de finales del siglo XVIII es el Anauco sobre la quebrada homónima. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX otros puentes de mayor envergadura y extensión se insertan en el paisaje caraqueño como Puente Hierro o el 19 de Diciembre en El Paraíso.
Será con la entrada de los años 40 del siglo pasado que se amplía el espectro de puentes que cruzan el Valle. Arnal (2000, p. 12) destaca la sustitución de viejos puentes metálicos caraqueños a partir de esos años. Así: “Puente Hierro, Dolores y Paraíso se sustituyeron por estructuras de concreto armado, hiperestáticas, y la aparición de nuevos puentes tales como el arco y pórtico doble a la entrada de la Ciudad Universitaria, los pórticos del Puente Lincoln, Puente Roosevelt, Puente Las Mercedes, los arcos múltiples en esviaje del puente de la Autopista del Este sobre el río Guaire, las separaciones de rasante en la Avenida Fuerzas Armadas, Avenida Sucre, Los Caobos y tantos otros que han marcado el derrotero de superación que condujo al Viaducto Nueva República, con sus arcos de concreto precomprimido de gran esbeltez”.
En 1941 la empresa VICA encargada de parcelar la antigua Hacienda “Las Mercedes” propiedad de la familia Eraso Rodríguez, contrata al arquitecto Carlos Guinand Sandoz (1889-1963) para el diseño de un puente de concreto más resistente a las inundaciones del río. Es el mismo quien también diseña la estructura del puente “Las Acacias”, su análogo arquitectónico, situado sobre el mismo río más al oeste. Otros proyectos de Guinand Sandoz: casas de la urbanización Pro-Patria (1939); el Observatorio Cajigal (1956) en Loma Quintana de Caracas; Planetario Humboldt (1961) en el Parque del Este “Generalísimo Francisco de Miranda” de Caracas.
Guinand, quien había sido preparado académicamente como arquitecto en la Technische Hochshule de Múnich, realizó en muchos casos la ornamentación de sus obras, como en este caso, con los cuatro bajorrelieves en las cuatro columnas-luminarias que caracterizan el puente. Una balaustrada de cemento une los cuatro pilares, que originalmente estaban adornados por guirnaldas de flores de cemento y letras de bronce que rezaban: “LAS MERCEDES” y “1941”. En los extremos, el puente se convertía en espacio público: las aceras se ensanchaban en cuatro pequeñas plazas definidas por ocho bancos de cemento insertos en las barandas. Una infausta intervención por parte de la Alcaldía de Baruta en 2000, modificaron tanto la fecha originaria (1945) e incluyeron unos parales de hierro forjado como postes lumínicos, desnaturalizando así el concepto artístico de las torres. Otra intervención poca afortunada fue la colocación en 2015 de un puente metálico vial al margen este del viaducto Art-Decó por parte del Ministerio del Poder Popular para el Transporte Terrestre, que sumados al elevado metálico que era de carácter provisional desde 1976, cual puente de guerra, aquella “solución por arriba” ubicado al norte, no hacen más que retratar la locación de una película distópica que protagonizamos a diario.
El puente de Guinand Sandoz construido en 1941, presenta cuatro relieves (Amor, Valor, Labor e Impetus) en cada una de las torres-luminarias, que se duplican en sus caras posteriores para sumar ocho. De notoriedad formal decó, el Amor está simbolizado por el abrazo tierno de una figura femenina que sostiene a su infante, la estampa del amor maternal; el Valor, una efigie femenina estilizada que lleva sobre su hombro izquierdo una frondosa cesta de frutos del campo, el conjunto de las cualidades para alimentar el cuerpo; Impetus del latín fuerza, representado por una estampa de un hombre adulto que sostiene en su mano derecha un libro y con su brazo izquierdo conduce a un niño impulsándolo por el camino del conocimiento, valores para el alimento del espíritu; y Labor, realzado por una figura musculosa masculina quien acompañado de una rueda dentada, empuña un martillo para impulsar con su fuerza el motor de toda industria: el trabajo.
Estos indudables elementos simbólicos en el primero de los puentes de ese estilo en la Caracas moderna, constituye un hito que no solo merece ser declarado como Bien de Interés Cultural, sino revalorizado y revitalizado, pues es un testimonio urbano que además de unir al norte con el sureste de la ciudad, en realidad significa la unión de dos mundos, el urbano y el rural, aunque hoy fusionado en una sola extensión urbana. Es el puente junto con el de Las Acacias que representan la llegada de lo urbano a la ciudad en el siglo XX. Además, sus esculturas labradas nos recuerdan los verdaderos valores que sostienen y alimentan a toda sociedad: la familia, la educación y el trabajo. Es un puente que no solo sirve para los automóviles, es también peatonal que pasa desapercibido por todos los viandantes que lo transitan. Se hace necesario otorgarle su justo valor.
Arnal M., E. (2000). Lecciones de Puentes, con la colaboración de los Ingenieros: Cecilia Arnal M. y Luis Alfredo Rivero. Altolitho C.A.
Cirlot, J.E. (1992) “Diccionario de Símbolos”. Barcelona: Editorial Labor, S.A.
Valery S., R. “La nomenclatura caraqueña” (1978). Caracas: Ernesto Armitano, Editor.
Pormenorizado rabajo de investigación de la memoria caraqueña, asimismo, pertinente por el carácter descriptivo que asumes con los bienes y patrimonios culturales. En una grata lectura. Saludos señor, Octavio.