Octavio Sisco Ricciardi
Corría el año de 1579 y una epidemia de viruela azotaba a la incipiente ciudad de Caracas, causando estragos mortales. Los caraqueños de entonces imploraron a San Pablo de Tebas o Pablo El ermitaño, santo reconocido por las Iglesias católica y copta, considerado por la tradición cristiana como el primer ermitaño. Oídas las súplicas, la viruela mermó, por lo que el Ayuntamiento capitalino ordenó la construcción de una capilla en su honor para celebrar su fiesta los 15 de enero, acudiendo la feligresía desde 1580, como agradecimiento por su intersección en la liberación de la plaga.
Dicha Ermita fue erigida en terrenos que hoy ocupa el Teatro Municipal de Caracas; célebre por acoger a unas de las imágenes que, aún hoy día, sigue siendo de las más honradas por propios y extraños: el Nazareno de San Pablo, trasladada posteriormente a la Basílica de Santa Teresa al ser derribada aquella. Tanta fuerza tiene esta tradición cultural que pasados más de un siglo de su mudanza a la nueva sede, se sigue apodando al Nazareno como de San Pablo y no como de Santa Teresa. No es un tema de género. El oratorio pudo sortear los terremotos de 1641 y 1812, no así el decreto de Guzmán Blanco de 1876 que ordenaba su demolición para dar paso al coliseo, inspirado en el prototipo del teatro a la Italiana, con sala en forma de herradura.
El proyecto del teatro estuvo a cargo del arquitecto francés Esteban Ricard. En 1877 se paralizó la obra por causas políticas hasta 1879, cuando se reanudan los trabajos bajo la dirección del ingeniero Jesús Muñoz Tébar. Se inauguró el 10 de enero de 1881 con la obertura de la ópera “Hernani” de Giuseppe Verdi. Tres días después se inició la temporada de ópera con “El Trovador”, obra del mismo compositor. De acuerdo al culto a su personalidad, no podía ser menos que el Teatro se llamase “Guzmán Blanco”, vanidad nominal que duró apenas pocos años cuando en 1888, durante el gobierno del general Juan Pablo Rojas Paul, el edificio pasó a llamarse Teatro Municipal.
Desde su inauguración, la programación del teatro estuvo dedicada exclusivamente a la ópera, la zarzuela y la música sinfónica, hasta que en el año 1915 sirvió de escenario para una presentación de ballet.
Las puertas de la edificación teatral se cierran en 1900 con el fin de hacerle algunas reparaciones y dotarlo de mobiliario. Con motivo de las festividades del centenario de la muerte del Libertador, en 1930 se llevó a cabo una remodelación importante bajo la dirección del ingeniero Ricardo Razetti. Se hicieron cambios en los entrepisos; se construyó otro sótano con una puerta para dar acceso a las escenografías; se cambió toda la decoración interior; se cambiaron los vidrios de colores de las ventanas por vidrios blancos escarchados; se ampliaron los fosos de orquesta y se diseñó una superficie pictórica para el plafón en papel, por el artista venezolano Suárez Borges.
Pero no solo el orgullo de su impulsor fue golpeado. Entre los planes de aggiornamento urbano, contenido en el Plan Rotival, en 1949, debido a la ampliación de la avenida Bolívar y la construcción del Centro Simón Bolívar, el teatro sufrió la mutilación de su cuerpo frontal, por lo cual desaparecieron el peristilo semicircular, el vestíbulo original, y la escalera del palco presidencial. Es así que su nariz fue vilmente acortada, con una entrada chata que le restaba esa antecámara protocolar de encuentro con la ciudad y sus alrededores. Peor suerte corrió su edificación vecina, el Hotel “Majestic” que solo quedó reducido al recuerdo en estampas fotográficas y alguna que otra crónica.
En ocasión de celebrarse el Cuatricentenario de la fundación de Caracas, en 1967, el teatro padeció nuevas intervenciones, bajo la dirección del ingeniero vial Henry París y el arquitecto Marta Almaral. Se le hizo una nueva decoración interior, exteriormente se cambiaron todas las puertas y ventanas, y se construyó una nueva balaustrada a su alrededor. Los pisos de mosaico del vestíbulo se cambiaron por losetas de mármol, y se suprimieron los palcos del segundo nivel.
En 1988 cerró sus puertas. En 1993 Fundapatrimonio, con un equipo interdisciplinario, dio inicio a un proyecto de restauración integral. El Teatro Municipal ostenta la condición de Monumento Histórico Nacional, conforme a la declaratoria publicada en la Gaceta Oficial n° 31.678 de 16 de febrero de 1979.