Octavio Sisco Ricciardi
La pequeña ciudad de San Remo, un encantador centro turístico y balneario de la Riviera italiana, es conocida mundialmente por albergar en su seno desde 1951 el Festival de la Canción de San Remo (Festival della canzone italiana o Festival di Sanremo) un certamen musical anualmente organizado en el Teatro Ariston. Desde su primera edición hasta la fecha, 69 en total, han participado cantantes italianos que han transcendido las fronteras de la bota itálica, entre ellos algunos de los ganadores que han cantado sus versiones en español, Domenico Modugno, Claudio Villa, Nicola Di Bari, Peppino Di Capri, Al Bano & Romina Power, Riccardo Cocciante, Eros Ramazzotti, el trío Il Volo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, muchas ciudades italianas, en especial, las portuarias, fueron blanco inmisericorde de los bombardeos de los Aliados (Nápoles fue la ciudad más atacada en ese período). San Remo, ciudad cercana a la costa del mar de Liguria no fue la excepción. Se estima que sonaron al menos mil veces las alarmas antiaéreas. El más importante ataque, proveniente de la armada inglesa, fue aquella del 20 de octubre de 1944, cuando quedó hecho añicos todo el complejo de la plaza Colombo, que albergaba el exconvento de las salesianas, que en ese tiempo funcionaba el Tribunal, la Casa del Fascio y el Mercado de las Flores, este último servía de depósito de un importante arsenal de los nazis, causante de la explosión destructiva de toda la manzana.
El edificio abatido había pertenecido a la orden religiosa femenina de las hermanas de la Visitación de Santa María de las Salesianas, orden fundada por la baronesa de Chantal, Giovanna Francesca Fremyot en 1610, difundida por toda Francia. Las monjas de clausura se instalaron en San Remo en el curso del siglo XVII, siendo culminada la edificación en 1681. Debido al vínculo histórico que une la provincia de la Liguria con el Principado de Mónaco, la Casa reinante de los Grimaldi (apellido de origen genovés), dotó al convento de obras de arte además de mejoras notables, a propósito del ingreso a la congregación de dos princesas a principios del siglo XVIII.
La dinastía Grimaldi es una casa noble originaria de Italia, fundada por Francisco Grimaldi, que tomó en 1297 el señorío de Mónaco junto a sus soldados vestidos de franciscanos, siendo la dinastía que más tiempo lleva gobernando un territorio en la historia europea, con más de 600 años de dominio sobre el microestado de Mónaco (con apenas 2 Km²). Las princesas que ingresaron fueron las hijas del príncipe soberano de Mónaco Luis I (1642-1701) y de Catalina Carlota de Gramont (1639-1678) aristócrata francesa por nacimiento y que fuera una de las amantes del rey Luis XIV de Francia: María Teresa Carlota (1662-1738) y Juana María Grimaldi (¿?). La primera llegaría a ser la madre superiora del convento hasta su fallecimiento.
Entre los obsequios principescos obsequiados al convento, destacan dos altares de ónix y mármol de carrara que datan de principios de 1700. Lo rematan el escudo de armas de la Casa reinante de Mónaco con el campo fuselado (en rombos) de plata y gules (rojo vivo o intenso) y timbre (insignia de la parte superior) con la corona del príncipe de Mónaco. Sostenida por cuatro columnas corintias que parte un poco más arriba desde la base, dos por cada lado, son rematados por dos querubines también en mármol de carrara en cada uno de sus extremos. Los altares estaban ubicados en el crucero de la capilla del convento, los únicos que llegaron a quedar en pie luego del bombardero de 1944. En abril de 1946 cuando demolían las paredes que habían resistido al ataque, fueron guardadas a buen recaudo en la Ciudad del Vaticano.
Una década después, gracias al esfuerzo denodado del primer párroco de la parroquia eclesiástica de San Pedro en la urbanización Valle Abajo de Caracas, monseñor Giovanni Reghezza, cariñosamente conocido como el padre Juan, estos notables altares llegaron a instalarse en los ábsides laterales del templo homónimo. En sus nichos podemos apreciar dos esculturas monumentales del escultor italiano Giuseppe Ranaldi (1923-2011): el Sagrado Corazón de Jesús en el altar del santísimo y la Virgen María; también del mismo autor es el Príncipe de los Apósteles, un San Pedro enorme que preside el altar mayor revestido de los ornamentos pontificios.
Monseñor Juan Reghezza, quien vino a tierras de América a plantar su estandarte de apóstol en Caracas, designó con el nombre de Pedro, la parroquia eclesiástica que lleva su nombre y aportó de singular grandeza a la arquitectura de la ciudad el estímulo a la fe cristiana.
¿Cómo nace San Pedro? El propio monseñor Reghezza nos los manifiesta que la Caracas de entonces tenía la enfermedad de la piedra, y la fiebre “parcelaria”. La ciudad rica de históricas iglesias en el centro: Catedral, San Francisco, Nuestra Señora de Altagracia, Santa Teresa, San José, La Divina Pastora, La Candelaria, Santa Rosalía, San Juan, sin embargo carecía de asistencia religiosa en la periferia. A mitad del mes de marzo de 1952, el Arzobispo de Caracas, Lucas Guillermo Castillo llamó al Palacio a monseñor Reghezza:
“-He decidido nombrarle párroco -me dijo- y añadió: Vaya y construya la Iglesia, Por el momento no hay nada, pero tendrá buenos colaboradores. Hay también muchos italianos, le ayudarán...Sin atreverme a discutir una orden de mi venerado Superior, agradecido, me disponía a salir del despacho, cuando el buen Arzobispo, me interpeló a quemarropa: ¿Qué Santo Titular escoge para Los Chaguaramos?
-Excelencia, contesté sin pensarlo; si me lo permite será San Pedro, porque he vivido en Roma, estudié en Roma y amo a Roma y mi padre se llamaba Pedro...”
La iglesia se edificó en un terreno ubicado en la Calle Ciudad Universitaria, propiedad del Dr. Luis Teófilo Isava Núñez, por el valor de casi quinientos mil bolívares, en fecha 8 de octubre de 1952. El proyecto se elaboró en la propia Ciudad del Vaticano, a cargo del arquitecto e ingeniero romano, profesor Mario Redini (1906-¿?), diseñador también de la basílica menor de San Eugenio (1942) en la avenida de las Bellas Artes del sector QIII de Pinciano, Roma. El complejo cuenta actualmente con el templo, la casa parroquial, el colegio y una sala de cine, (inicialmente la cripta donde se oficiaban las misas mientras se levantaba la basílica), hoy reformada donde funciona el Taller Experimental de Teatro “Luis Peraza”.
La primera piedra del templo que fuera bendecida un 29 de junio de 1953 completó con la misa pontifical que lo inaugura finalmente un día de San Pedro y San Pablo del año de 1959, con el aporte de un sinnúmero de feligreses, quienes contribuyeron tanto en metálico como en amor, al resultado feliz de la obra. Ofició dicha misa monseñor Rafael Ignacio Arias Blanco, a la sazón XI Arzobispo de Caracas, quien meses después falleciera en un trágico accidente automovilístico.
La iglesia de San Pedro tiene un número de obras de arte significativas que le valieron que la Santa Sede bajo el papado de Juan XXIII elevara en 1962 dicho templo a la condición honorífica de “basílica menor” mucho antes que la iglesia Santa Teresa (la primera es Santa Capilla por haberse celebrado la primera misa en la ciudad de Caracas, de acuerdo a las crónicas). Así lo testimonia el frontis de la edificación: “DEO OPT. MAX. IN HONOREM S. PETRI APOSTILI A.D. MCMDLXII” (Dios todopoderoso en honor a San Pedro Apóstol Año del Señor 1962).
Evidentemente, este edificio religioso inmerso en el urbanismo de mediados del siglo pasado es un testimonio arquitectónico de un momento de la ciudad. De vocación manierista que nos recuerda los tiempos de Guzmán Blanco cuando incorporó el estilo francés del Barón de Haussmann a la ciudad, tanto así que llegó a llamársele “La Petit París”, el templo del Príncipe de los Apóstoles que proviene de la capital del catolicismo mundial, a pesar que nos recuerda a una escala menor a la basílica papal, tiene un carácter particular que lo hace nuestro. Rodeado de chaguaramos como si lo escoltaran, bajo un cielo de azul intenso tropical atravesado por guacamayas, cristofués y tordos, vecino del Patrimonio Mundial como lo es la Ciudad Universitaria, uno de los tres exponentes reconocidos por la Unesco que pertenecen al siglo XX, nos obliga a concluir que somos parte de un todo. Es un caleidoscopio cultural donde conviven estilos, épocas e historia. La ciudad como los seres humanos, tienen vida, y ella cambia como lo hace la sociedad.
Como dato final, las monjas salesianas de la Visitación que fueron forzadas a mudarse del convento primario a finales del siglo XIX por la expropiación que hiciera el reino de Italia, encontraron otra sede en 1935 relativamente cerca, gracias a la generosidad de una familia pudiente de San Remo, los Marsaglia, en via Carducci. Recientemente, el 26 de marzo de 2017 se ofició la última misa en la iglesia dedicada a San Francisco de Sales, el fundador de la Orden de la Visitación. Luego de 350 años de fundada, el convento ha cerrado definitivamente pues solo permanecían tres monjas supervivientes en dicha orden.
Finis gloriae mundi.
Las postales de San Remo antiguo fueron tomadas de la siguiente dirección:
http://www.sanremoincartolina.com/piazza-colombo