Octavio Sisco Ricciardi
Cuando nos referimos que algo es sagrado estamos hablando de cosas, personas, entidades visibles o invisibles o lugares que se consideran dignos de veneración u objeto de culto por atribuírsele un carácter divino o una relación con la divinidad o las fuerzas sobrenaturales. Pero igualmente, también se denomina "sagrado" a cualquier cosa digna de veneración y respeto o de una importancia tal que se considera irrenunciable.
¿Qué hace que un lugar sea sagrado? En su libro “La ciencia y las prácticas espirituales” (2019) Rupert Sheldrake, heterodoxo y reconocido bioquímico británico, nos habla de ello para responder a la cuestión del por qué ciertos lugares son considerados sagrados. La sacralidad tiene que ver con la conexión y la relación. El término procede de una raíz que significa completo o sano. No somos sagrados cuando estamos separados y desconectados los unos de los otros, del mundo más que humano y de la fuente de todo ser. Experimentamos lo sagrado cuando estamos conectados a la fuente de la vida que va mucho más allá́ de nuestras limitadas naturalezas.
Es así que un lugar es sagrado porque tenga un poder especial a causa de su orientación, o debido a las corrientes subterráneas de agua o por su conexión con el paisaje circundante. Otros lugares son sagrados porque constituyen un puente entre el cielo y la tierra; conectan la tierra con el firmamento, una especie de portal. Simbólicamente, todas estas estructuras unen los cielos y la tierra. En el caso de templos, catedrales, iglesias y mezquitas, se hacen estructuras que se relacionan explícitamente con Dios, el Ser último o la fuente de toda salud y santidad. Y los santuarios que conmemoran acontecimientos sagrados, las personas santas y los acontecimientos sagrados suponen un vínculo con la fuente de su sacralidad.
Por último, los lugares sagrados puede que sean sagrados porque contienen una especie de memoria de lo que ocurrió́ allí́ anteriormente.
El tramo que abarca las esquinas de Monjas a Gradillas en la acera sur a la plaza Bolívar de Caracas pasa por desapercibido uno de los sitios más sagrados de Venezuela: la capilla del antiguo Seminario de Santa Rosa de Lima. Sus paredes fueron testigos tanto de las últimas sesiones deliberativas del primer congreso constituyente como del día de la declaración autodeterminativa de la soberanía del pueblo venezolano aquella mañana del 5 de julio de 1811. En parte no es culpa de los viandantes que no adviertan este sacro sitio porque hace un poco más de cien años Cipriano Castro queriendo a emular a Guzmán Blanco con la fiebre constructiva “civilizatoria”, encomendó la construcción en ese sitio de un palacio de justicia que a la postre hoy funciona como sede de la Alcaldía de Caracas, al embutir la capilla dentro de un edificio con una piel neobarroca para adecuarlo al neoclásico vecino palacio Federal.
Es que en ese lugar no solo se parió la firme voluntad de una incipiente nación que quiso desprenderse del yugo imperial y forjar su propio destino, sino que además como en los partos múltiples, se daba a la luz en momentos separados, los prolegómenos de dos casas de estudio superior, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Católica Santa Rosa.
En 1640 el obispo Mauro de Tovar insiste en la creación de un seminario para Caracas. Al siguiente año, el cabildo caraqueño acordó (17 de mayo de 1641) que se hiciese el seminario “en una casa que era de la Iglesia” pero el terremoto de san Bernabé del 11 de junio, ocurrido ese mismo año, destruyó lo poco que se había hecho. Llega a Caracas en 1672 el dominico fray Antonio González de Acuna, natural de Lima, doctor en Teología de la Universidad de san Marcos (Lima). Será él quien impulse al seminario conciliar: el 27 de septiembre de 1673 adquirió las casas situadas frente a la plaza Mayor (las mismas donde hoy se levantan el palacio Arzobispal y el palacio municipal). Esas casas pertenecieron a Leonor Jacinta Vázquez de Rojas viuda del antiguo gobernador Don Rui Fernandez de Fuenmayor. Se inaugura entonces el seminario en honor a la primera santa nacida en América: santa Rosa de Lima de la Tercera orden de santo Domingo, canonizada por el papa Clemente IX el 12 de abril de 1671. Aprovecha el obispo Acuña para incorporar las cátedras de Filosofía y Teología a la gramática que pagaba el rey desde 1592.
Para 1721 el rey Felipe V por Real Cédula de 22 de diciembre, decretó la erección de la universidad. Para 1725 inicia su vida académica con cuatro facultades, y nueve cátedras. En 1784 el régimen académico de la universidad se separa del seminario.
Un poco antes de los sucesos de 1810 la capilla sufre importantes transformaciones en su frontis por impulso del primer arzobispo de Caracas, Francisco de Ibarra, ampliándose adicionalmente el claustro. Cuando se instala formalmente el 2 de marzo de 1811 el congreso constituyente que discutirá las bases orgánicas y espirituales de la nación que está por nacer lo hace en la casa del conde de san Xavier y de la Granja, que selló su recuerdo en la nomenclatura caraqueña como la esquina del Conde. Ese sitio lo ocupa un edificio de estilo Art-Decó construido a finales de los 30 del siglo pasado para ser sede inicial del ministerio de Educación Nacional, hoy Biblioteca Metropolitana Simón Rodríguez.
Sin embargo se hacía necesario ampliar la sede pues cada día resultaba más estrecha a medida que se incorporaban más diputados y que la emoción de los debates llamaba a mayor público. Así nos lo refiere Gil Fortoul al indicar que “los venezolanos imitaron en esta ocasión la costumbre que se inició en la Asamblea Constituyente francesa (1789) de permitir, contra el reglamento, la entrada a diputaciones populares al salón de sesiones, y acordarles la palabra”.
El cuerpo decidió entonces trasladarse a la capilla de santa Rosa de Lima que era la iglesia del seminario y la sala de actos literarios y otras funciones públicas de la universidad. El 27 de junio de 1811 sesiona por primera vez en la capilla el congreso constituyente hasta el día 5 de julio justo antes del mediodía en que se declaró la sagrada independencia, cuya acta sería elaborada por el secretario del primigenio cuerpo deliberante, Francisco Isnardy.
En el cuadro del pintor Juan Lovera que data 1838, ubicado en la capilla convertida en museo, podemos observar que son absolutamente auténticos todos los detalles en su composición, tanto en el aspecto interior del local donde se efectuó la magna reunión, con su puerta de entrada debajo del coro, que permitía su acceso desde la plaza Mayor, con el mobiliario de la capilla del seminario y hasta el púlpito ricamente tallado y recubierto con hojilla de oro con la imagen de santo Tomás de Aquino, también dominico y doctor de la Iglesia. Adicionalmente, podemos observar los rostros de aquellos primeros patricios asistentes al 5 de julio que Lovera describe en una leyenda ricamente detallada al margen inferior del cuadro.
Hay un hecho que alimentó debates mucho tiempo después entre los historiadores: en realidad es el 7 de julio de 1811 cuando el congreso aprueba el acta de Independencia presentada por Juan German Roscio y Francisco Isnardy, si bien el acta fue mandada a publicar; contrario con lo sucedido en los Estados Unidos que acordaron su independencia el 2 de julio de 1776, que aunque también ordenaron publicarla, ellos asumen el 4 de julio fecha de la aprobación del manifiesto de los principios de la independencia, redactado por Jefferson, como su fiesta nacional, en cambio los venezolanos lo asuminos por tradición el día 5. Es la primera constitución hispanoamericana en incorporar a su texto la estructura orgánica de gobierno federal, de notoria inspiración de la de Estados Unidos y adoptar los principios democráticos de los Derechos del Hombre nacidos de la revolución francesa.
Ese glorioso día sonaron todas las campanas de iglesias, ermitas y conventos, incluso las tres campanas del propio claustro de la antigua universidad, que solo se conserva una de ellas a la entrada de la capilla-museo.
En el periodo republicano la universidad modifica el nombre el sello y los estatutos. Por la ley de estudios de 1826 deja de ser Pontificia y Regia para denominarse Universidad Central de Venezuela, y por decreto del 10 de junio de 1827 adopta el sello acordado para las universidades gran colombianas. Será nuestro Libertador, Simón Bolívar quien promulga los nuevos estatutos republicanos el 24 de Junio de 1827. Se consagró el principio de autonomía universitaria de modo que el rector era nombrado por el claustro. Se le dan a la universidad varias haciendas, muy ricas para robustecer su autonomía; se crean nuevas cátedras (entre ellas la de medicina) y se elimina la barrera étnicas que hacia la enseñanza universitaria patrimonio exclusivo de las familias ricas. Otro dato curioso es que los estatutos republicanos fueron redactados en la casona Ibarra, ubicada a las afueras de aquella Caracas colonial, que albergaría premonitoriamente a mediados del siglo XX la Ciudad Universitaria.
La capilla del antiguo seminario refleja el carácter indómito y férreo de una Venezuela que a pesar de los embates telúricos de la naturaleza, planes y acciones aviesas de una arrogante geopolítica cada vez más absurda e inhumana se mantiene firme. Su cúpula de media naranja con su linterna que modestamente se eleva entre los muros que le sobrepusieron en 1903 permanece incólume. La capilla resistió cuatro sismos de fuerte intensidad, los de 1766, 1812, 1900 y 1967. Cuando estuvo a punto de ser demolida a finales del XIX, el ángel tutelar de la patria, desvió los planes del arquitecto Chataing, conservándola a pesar de su frente neobarroco y su vuelta al revés de la entrada principal que estaba ubicada en la fachada norte a pie de la acera de la esquina de Monjas.
Cuando entramos en un lugar sagrado, estamos expuestos a los mismos estímulos que quienes han estado allí́ antes y, por tanto, entramos en resonancia con ellos. Si los peregrinos que van a un lugar sagrado han sido inspirados, elevados y sanados allí́, es más probable que tengamos experiencias similares de conexión espiritual. Los lugares sagrados pueden crecer en sacralidad a través de las experiencias de la gente en ellos. Invito al lector que visite la capilla en pleno corazón histórico de Caracas. Constituye uno de los lugares de obligada peregrinación patria.
En la pared oeste de la capilla entre las esquinas de Monjas a san Francisco hay una placa conmemorativa de blanco mármol donde puede leerse:
“El 5 de julio de 1811 se declaró aquí la independencia de Venezuela.
La patria morirá con el último venezolano”.
Referencias
Gil Fortoul, J. (1978) Historia Constitucional de Venezuela. Volumen I Biblioteca Simón Bolívar Tomo IX. México Editorial Cumbre S.A.
Montenegro, J.E. (1990) La capilla de santa Rosa de Lima. Caracas: Alcaldía de Caracas
Excelente escrito y muy apropiado para hoy. Muchas gracias!