Octavio Sisco Ricciardi
“… llámese toda esta provincia generalmente entre españoles Caracas porque los primeros cristianos que a ella vinieron con los primeros indios que hablaron fue una nación que se llamaba Caracas que están en la costa del mar… tomó el nombre de esta provincia de los caracas por lo arriba dicho y esta nación de indios caracas tomó este nombre porque en su tierra hay muchos bledos…”
Así iniciaba la relación que hacía don Juan de Pimentel, a la sazón el primer gobernador de la provincia de Caracas y a quien le debemos el primer plano de la ciudad, en carta dirigida al rey fechada el 1.º de diciembre de 1578 en la incipiente población de Nuestra Señora de Caraballeda. De este original reposa una copia trasladada en el Archivo General de Indias datada en 1585.
¿Qué es un bledo? Un bledo es una variedad de acelga (cardo beta vulgaris latifolia) una hortaliza que se presenta en la naturaleza bajo dos especies, unas blancas y otras rojas, son de suya desabrida, si no los guisan con aceite, agua, sal, vinagre y especias. Es que para los españoles estas plantas crecen como la verdolaga, hierba, monte o gamelote diríamos nosotros. De ahí que no se le dé un gran valor y se utilice para decir que algo importa muy poco o nada, que origina en el refranero castizo "dársele o importarle a uno un bledo", es decir, que una cosa o persona significa sentir hacia ella la más absoluta indiferencia o desinterés. Otras variantes, “me importa un comino o un pimiento” por lo que parece recurrente hacer uso de los frutos de la tierra para desdeñar al prójimo, hostiles ecológicos.
A ese tipo de acelga le llamamos yerba pira. Angel Rosenblat en sus “Estudios sobre el habla de Venezuela. Buenas y Malas palabras” (1989) nos dice que la pira lo constituye un conjunto de vegetales cocidos, un plato del Viernes Santo y que equivale al pisto español. La pira de Caracas y del Centro se prepara con la tripa de la chayota que se sancocha con sal; se le agrega vinagre, cebolla y bizcocho rallado, y luego se sirve en las dos canoitas de la misma chayota. No solo tiene excelentes propiedades nutricionales, análogas a la espinaca, sino que también medicinales como oxigenante cerebral y antiinflamatorio, recomendada para la fatiga y el estrés, por lo que bien valdría la pena incorporarla al menú de los caraqueños.
En su célebre periplo expedicionario a nuestras regiones equinocciales, serían el naturalista alemán, barón Alexander von Humboldt y el botánico francés Aimé Bonpland a principios del siglo XIX a darles nombre y apellido en el repertorio botánico. La mayoría de las nuevas especies (unas 3.000) que resultaron de sus viajes fueron sistematizadas por otro naturalista alemán, Carl Sigismund Kunth, en el libro Nova Genera et Species Plantarum publicado en 1823. Es así que la pira es una especie de Amarantus como se le denomina en fitología, que aunque ella crece en toda Venezuela, Humboldt y Bonpland distinguieron dentro de este género dos especies autóctonas de esta región a quien bautizaron con los nombres respectivos Amarantus caracasanus y Alternanthera caracanasa. En su descripción se indica que el amaranto caraqueño es una planta de tallo erecto, ramoso, de hojas ovaladas, obtusas, pétalos y bordes del cáliz iguales. Esta planta crece en la ribera del río Catuche en la ciudad de Caracas y florece en enero.
Pero es que Caracas es toda una declaración vegetal. Catuche que le da nombre a la quebrada es una voz cumanagota que designa al Anoma muricata o Anoma Maregravii, es decir, a los guanábanos, según nos refiere Henri Pittier. Otras quebradas como el Caroata provienen también del cumanagoto y se refiere al magüey o cocuiza. Anauco, uno de los riachuelos más caudalosos de la ciudad, que da igualmente nombre a las mansiones mantuanas Anauco Arriba y Quinta Anauco, recibe ese nombre gracias a los tamanacos para designar al árbol bucare, que se alza altivo con sus crestas rojas en el paisaje de la ciudad. De ahí la expresión casi en desuso “palo florido” para referir atributos valientes, altivos o audaces de las personas. “Frente o de cara al río”, es lo que significa Petare cuya voz mariche tiene su origen en los vocablos pet y are, que significan “cara” y “río” respectivamente, en clara alusión a su ubicación en las orillas del río Guaire. No podemos concebir un paisaje de exuberante vegetación sin un río.
Se hace difícil esquivar que muchos de los toponímicos de la capital están asociados con árboles, flores o accidentes del paisaje relacionados con el tema vegetal. Así tenemos Caño Amarillo, Sabana Grande, Sabana del Blanco, Quebrada Honda, La Vega, La Quebradita, El Valle, Prado de María, La Rinconada, La Campiña, Hoyo de la Puerta, Valle Arriba, Valle Abajo o Valle Fresco. Caricuao de acuerdo a la referencia de Arístedes Rojas es un término corrupto derivado de caricuar, que equivale a Quebrada del Caribe, nombre que llevó el cacique del río Turmero, hoy río Valle. Carapa entre las parroquias de san Juan y Antímano, proviene del nombre de un árbol resinoso, que Lisandro Alvarado identifica como Carapa guianensis, árbol de la familia de las meliáceas, cuyas gruesas semillas son muy ricas en aceites, empleadas antiguamente para fabricar jabón o en el alumbrado o como ungüento contra la picadura de bichos. Carapita es su diminutivo. También nos refiere Alvarado que Chacao, proviene del cumanagoto chacu o chacau, y significa "arenal", producto de los sedimentos de las diversas quebradas que le llegan, con lo cual lo hizo propicio para la siembra de café cuyas plantas requieren de mucha sombra, en especial de bucares, conociéndose desde entonces como La Floresta.
Muchas de las urbanizaciones nacidas a finales de los años 20 y durante los 30, 40 y 50 del siglo XX producto de la explotación del oro negro, distritos estadounidenses petroleros por antonomasia, nacieron esencialmente con nombres de árboles, alguna que otra flor o característica del paisaje. Así tenemos a La Florida, Alta Florida, Los Caobos, Las Palmas, Bucaral, Campo Alegre, Bello Campo, Palos Grandes, El Bosque, El Pinar, Los Castaños, Los Cedros, Los Geranios, Los Pomelos, El Cafetal, Las Acacias, Los Rosales o Los Chaguaramos.
Es que el elemento vegetal marcaba la pauta bautismal. Por ejemplo, tal como nos los refiere Vicente Garrido (2012) en la urbanización La Florida iniciada por Juan Bernardo Arismendi y Luis Roche en 1928, sus calles se nombraron de acuerdo al nombre de los árboles que las protegían: Los Jabillos, Los Samanes, Los Cedros, Las Acacias, Los Mangos, Los Manolos. En el caso de Los Chaguaramos, próximo a la Ciudad Universitaria de Caracas otrora la hacienda san Diego de los Ibarra, se encontraba una frondosa alameda de chaguaramos alineados en prolongada y recta formación, la palma real por excelencia, propia de antesalas de haciendas coloniales. Otra lista al nomenclátor urbano: barrios como Aguacatico, Bambú, La Ceiba, La Ceibita, Los Cujicitos (diminutivo de cují) de La Vega y de san José, Los Eucaliptos, Naranjal que toman incuestionablemente sus nombres de árboles.
Caracas para los caribes, bledo lo catalogan los españoles, pira el pueblo, amarantus los científicos. Encontramos por tanto una vinculación entre la población humana y la vegetación, para ocupar el suelo escogido. Como lo afirma Giovanna Merola (1987) la relación que el hombre ha establecido con el paisaje natural del valle de Caracas, del cual la vegetación es parte, data de la aparición misma sobre estos suelos. En efecto, tan estrecha es la relación que la partida de nacimiento de esta ciudad mucho antes de llegar la conquista a estas tierras, es “Caracas”. Hemos visto cómo autores de la talla de Humboldt, Bonpland, Adolf Ernst y Henri Pittier dejaron constancia posterior en sus respectivas obras, de la existencia de esta amarantácea, típica del valle. Incluso Andrés Bello recuerda a la yerba caracas en su “Oda al Anauco” cuando dice: “las márgenes amenas / vestidas de amaranto”. Es que el amaranto también es un color, una gama de tonos del color rojo, por la semejanza con el color de las flores de varias de las especies de amaranto.
Han transcurrido más de cuatro siglos desde la fundación de la ciudad pero no han significado el exterminio de esta planta relegada que crece obstinada a la margen de las quebradas, de noble carácter que nace en cualquier terreno inculto, que se yergue entre las hierbas rastreras, mostrando su delicado color, alzando al aire sus espigas erectas. Así es la yerba caracas, como bien lo dice Irma De-Sola, de una persistencia ejemplarizante, símbolo de la perennidad de Caracas -y agregamos- de una Caracas insurgente.
Referencias
De-Sola Ricardo, I. (1967) Contribución al estudio de los planos de Caracas (La ciudad y la provincia 1567-1967) Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas.
Merola Rosciano, G. (1987) La relación hombre-vegetación en la ciudad de Caracas (Aporte al estudio de la arquitectura paisajística de Caracas). Estudios, monografías y ensayos. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.
Rosenblat, A. (1989) Estudios sobre el habla de Venezuela. Buenas y Malas palabras. Caracas: Monte Ávila Editores.
Valery S., R. (1978) La Nomenclatura Caraqueña. Caracas: Ernesto Armitano Editor.
Vicente Garrido, H. (2012) tesis doctoral “Arquitecturas desplazadas. Rafael Bergamín y las arquitecturas del exilio español en Venezuela” Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) Universidad Politécnica de Madrid (UPM). http://oa.upm.es/28998/1/HENRY_VICENTE_GARRIDO.pdf