Octavio Sisco Ricciardi
Una puerta es un elemento complementario de la construcción pero también es el espacio arquitectónico que sirve para separar estancias, facilitando tanto su aislamiento como el acceso entre ellas. Psicológicamente, un símbolo femenino que, de otro lado, implica todo el significado del agujero, de lo que permite el paso y es, consecuentemente, contrario al muro. Al pasar por ellas, atravesamos un umbral, transitamos de un espacio para otro.
Es curioso que el origen de la palabra puerta esté relacionado con lo sagrado y profano. Cuando se fundó la ciudad de Roma, se procedió a trazar su perímetro mediante el surco de un arado según un antiguo rito etrusco. Este surco no debía ser traspasado dado su carácter sagrado. El sacrilegio de traspasar el surco fundacional de Roma fue la causa por la que Rómulo hiriera mortalmente a su hermano Remo al desafiar este la regla sagrada. Posteriormente, al erguirse los muros perimetrales de la ciudad, el segmento en el cual se había alzado el arado adquirió la característica de lo que hoy llamamos puerta. Proviene entonces del latín porta, portare. A la misma familia etimológica latina pertenecen portal, porche y pórtico. Todos ellos proceden de la raíz indoeuropea per- “conducir”, “llevar”, que designa nociones relacionadas con la idea de “paso”, “pasaje”.
Pero otras puertas se construirían sin necesidad de muros que le sirvieran de apoyo. Eras las puertas ceremoniales o monumentales. Son portales para la memoria. En arquitectura, los Arcos de Triunfo, primitivamente eran construcciones temporales, casi siempre de madera o de troncos de árboles adornada con ramajes y flores, que se levantaba en las calles de los pueblos por donde tenía que pasar el ejército vencedor. De esta costumbre se derivan seguramente los monumentales arcos de triunfo romanos. El más antiguo conocido fue dedicado a Fabio Máximo Allobrógico, para conmemorar el triunfo del ejército romano sobre los bárbaros de Saboya, erigido en el año 121 a.C. También arcos de ramas sostenidas por personas proyectando alamedas humanas se levantaban provisionalmente al paso de marchas y procesiones religiosas. Así fue el recibimiento que el pueblo de Jerusalén le brindó a Jesús de Nazareth con arcos de palmas, conmemorado por los cristianos cada Domingo de Ramos, dando inicio a la Semana Santa.
Estos portales no son exclusividad de una época ni de un país en particular cuyos propósitos más que honrar victorias militares, eran altares a los reinos de la divinidad que separaban lo mundano de lo celeste. En diferentes rincones del planeta podemos encontrar estos arcos que además están envueltos en misteriosas leyendas. Ejemplo de ellos son los torii en Japón, arcos tradicionales de los santuarios sintoístas y áreas sagradas, ícono indisoluble del país nipón. Literalmente significa “percha de pájaros”, término acuñado en el siglo X durante el periodo Heian. Estos arcos eran hechos en primer lugar de piedra y madera, pero después se incorporaron otros materiales como el cobre, concreto reforzado, acero inoxidable, entre otros elementos. Se pueden dejar sin pintar, aunque comúnmente están pintados de rojo bermellón.
El misterio de los torii de Japón es cuanto menos sorprendente, hablan por sí solo al contemplar las fotografías posteriores a desastres naturales o provocados por el hombre como tsunamis, terremotos, tifones o detonaciones nucleares. La imagen de los toriiincólumes en resiliencia frente a la arremetida adversidad, rodeada de destrucción y desolación es muy llamativa y simbólica. Pero existen otras construcciones similares en otras culturas, como los Torana de la India, los Paifang en China, los coreanos arcos Honsalmun; o mucho más antiguas: basta recordar la Puerta de Ishtar en la Babilonia del rey Nabucodonosor II (siglo V a.C.). No deja de sorprender a pesar de los ataques terroristas en la antigua ciudad de Palmira, Siria, haya sido únicamente la puerta del templo de Bel en permanecer de pie.
Junto con los “Arcos del Triunfo” existen los “Arcos Triunfales” que encontramos en iglesias, separando la zona del altar mayor del resto de la nave principal. Al igual que los torii japoneses y otras arcadas, todos tienen la misma finalidad: separar el espacio profano del sagrado.
En Venezuela siguiendo el modelo de la Francia decimonónica se levantaron arcos monumentales, alguno de ellos provisionales. El más reconocido en Caracas es el Arco de la Federación. Su modelo de inspiración es el Arco de Triunfo de París (Arc de triomphe de l'Étoile o Arc de Triomphe) construido entre 1806 y 1836 por orden de Napoleón Bonaparte para conmemorar la victoria en la batalla de Austerlitz, uno de los monumentos más famosos de la capital francesa y probablemente el arco de triunfo más célebre del mundo. Bajo el intradós del Arco francés podemos leer el nombre de MIRANDA, el Primer Venezolano Universal y El Americano más Universal, partícipe de la Independencia de los Estados Unidos, de la Revolución Francesa y posteriormente de la Independencia de Venezuela.
Retomando nuestro hilo conductor, el Arco de la Federación formó parte de un proyecto inconcluso que debía conectarse con un Arco de la Independencia. Mas, la aspiración de ornato urbano así como los arcos provisionales un poco antes e incluso uno que otro después, que se levantaron en la Caracas de los techos rojos, la contaremos en la próxima entrega inmediata.