Octavio Sisco Ricciardi
La figura de la Virgen María se muestra presente desde los mismos comienzos de la cultura venezolana en diversas manifestaciones de religiosidad popular tanto en pinturas, tallas y demás expresiones artísticas. Santa María de Coromoto en Guanare de los Cospes fue proclamada en 1942 por la Iglesia católica como Patrona de Venezuela, intercesora de los venezolanos ante Dios.
Conviene destacar dos aspectos esenciales de la devoción a la Virgen de Coromoto: su antigüedad e historicidad. La Iglesia católica solo ha reconocido oficialmente dos apariciones marianas en América Latina: la de Nuestra Señora de Guadalupe en el Tepeyac, donde se le apareció al hoy san Juan Diego, en diciembre de 1531; y la única que ha ocurrido en América del Sur y en Venezuela, la de Coromoto, en septiembre de 1652, cerca de la ciudad de Guanare, estado Portuguesa. La Virgen llanera es venerada los 8 de septiembre, fecha de su primera aparición. Los documentos dan cuenta de cómo la Virgen se la apareció a un indígena llamado Coromoto. La primera aparición había ocurrido cerca de un curso de agua.
La imagen tradicional de su iconografía es ampliamente conocida en Venezuela. Muestra a una madona sedente, trajeada con una capa roja o azul y velo blanco, con una corona, y el Niño sentado en sus piernas, coronado como rey del universo y lleva en su mano derecha un globo terráqueo. Al fondo se observa lo que parece ser una especie de trono, donde estaría sentada la santísima Virgen.
En 2009, se abordó la restauración de la reliquia, una imagen de apenas dos centímetros. Completada el proceso, aparecieron detalles que han llevado a los especialistas a replantearse la iconografía de la Virgen de Coromoto. Parece advertirse que lo que está al fondo no es un trono sino más bien se trataría de una construcción de cañas que podría corresponder a una casa indígena (bohío o choza). En el rostro de la Virgen se destacan rasgos fenotípicamente indígenas. (Nuestra Señora de Coromoto: una virgen de algodón, Horacio Biord Castillo en Huellas de la Virgen María en Venezuela: cultos y devociones, Fundación Empresas Polar, 2013).
Pero existe una representación que difiere de las que hemos conocido. La riqueza iconográfica de la obra de Pedro Centeno Vallenilla, pintor, muralista y dibujante anzoatiguense, además de abogado y diplomático, entremezcla en forma destacada mitología, leyendas, historia, imágenes del arte universal, figuración religiosa e imaginería popular. Solo él pudo plasmar, como lo reclamaba el poeta Andrés Eloy Blanco, que al pintar en sus cuadros santos y angelitos, les atribuyera el color de la tierra venezolana.
Un año antes de su proclamación como patrona de Venezuela, Centeno Vallenilla culminó la pintura de la Virgen coromotana, pero a diferencia de las innumerables estampas que de ella se han hecho, está de pie, sobre las aguas con el Niño en brazos, recordando a las crónicas de su aparición; asimismo aparecen en el margen inferior derecho, los indígenas Coromoto y su esposa. Es una imagen serena, indígena, tropical. Esta pintura fue donada a la iglesia San Juan Bautista, en la caraqueñísima parroquia San Juan, frente a la plaza Capuchinos.
El 22 de septiembre de 1941, en dicho templo, Monseñor Liberato Tosti, Encargado de Negocios de S.S. en Venezuela, entroniza esta única versión de la Virgen de Coromoto, encargada en Nueva York por una dama devota caraqueña. Centeno jamás obtuvo premios por sus obras, sin embargo, le vale el reconocimiento del pueblo venezolano por interpretar artísticamente a la Madre de Dios bajo la bella efigie de una joven aborigen.