Octavio Sisco Ricciardi
A inicios del siglo XX, la sanidad en Venezuela resultaba dramática, pues contando con una extensión territorial de más de 900.000 km2 se encontraban afectados por la malaria o paludismo más de 600.000 km2, es decir, que los habitantes estaban obligados a confinarse en una tercera parte del territorio nacional. La malaria (del italiano medieval malaria, es decir, mal aire, aire enviciado) o también conocido como paludismo (del latín paludis, genitivo del nombre palus, ciénaga, pantano y de -ismo, en este caso acción o proceso patológico) es una enfermedad producida por parásitos del género Plasmodium, y transmitida por las hembras zancudos o mosquitos del género Anopheles.
La malaria se extendía por todo los valles de la cordillera, los llanos, Guayana y la costa, afectando a la población dentro de esa faja geográfica por esta enfermedad infecciosa. La malaria representaba una de las principales causas de despoblación en Venezuela, tanto por el aumento de número de muertos como por la reducción del número de nacimientos. Entre los años de 1910 y 1945, hubo 63 veces en que para una entidad el número de muertos fue mayor que el de nacimientos, es decir, que se produjeron índices negativos.
Frente a este cuadro sociosanitario alarmante, uno de los intentos para combatir el flagelo se concreta con la Ley de Defensa contra el Paludismo del 10 de julio de 1936, primer instrumento legal de este género que se sanciona en el país y con ella, se crea el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social con oficinas específicas, entre ellas, la Dirección Especial de Malariología. Se designa al destacado médico Arnaldo Gabaldón (1909-1990) como director de la novel oficina.
Gabaldón organizó una de las campañas más exitosas e intensivas contra una enfermedad. Su lucha rindió frutos cuando al poco tiempo los índices de infectados se redujeron drásticamente, y en 1944 ya había un control de la enfermedad. El mundo entero aplaudió la labor del trujillano que llevó a Venezuela a ser el primer país del planeta que erradicara la malaria de su territorio.
Allende nuestras costas en 1931, la Segunda República impulsaba en España el envío de becarios a Estados Unidos y creó un sistema de salud pública bajo el modelo administrativo de unidades sanitarias y técnicas de investigación y control. La Guerra Civil interrumpió abruptamente ese proceso y Venezuela aprovechó el momento para contratar a médicos y enfermeras exiliados y los incorporó al recién creado Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Mas con esa inmigración no solo llegaron sanitarios, también arquitectos, ingenieros, obreros, campesinos y artistas.
A finales de los años 40 del siglo XX arribaba a nuestro país una de las más connotadas artistas del surrealismo, poco valorada por sus contemporáneos (más por razones sexistas que por su talento) que se abrió paso con éxito. Se trata de Remedios Varo. María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga, nació en Anglès, Gerona, España, el 16 de diciembre de 1908.
Remedios fue una de las primeras mujeres que estudiaron en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En 1932 se estableció en Barcelona, donde trabajó como diseñadora publicitaria, sumándose al grupo surrealista catalán Logicofobista. En 1937 viajó a París junto a su pareja el poeta surrealista francés Benjamin Péret y en 1941, con la llegada de los nazis a la capital francesa, se exilió a México en 1939. Nunca regresó a España.
En 1947 y separada de Péret viene brevemente a Venezuela junto su nueva pareja, Jean Nicolle, un piloto francés también exiliado como ella, puesto que su hermano Rodrigo se había trasladado aquí a trabajar como jefe de epidemiología para el reciente Ministerio de Sanidad en Maracay. Oportunidad que aprovecha para ver también a su madre, a la que no veía desde 1937. Gracias a las relaciones de su hermano, obtuvo un empleo dibujando para el Instituto de Malariología venezolano un estudio epidemiológico. Estudia en el microscopio los mosquitos transmisores de la malaria y hace dibujos detallados de ellos. Se establece ahí hasta el año de 1949, donde vive principalmente en Caracas. Realiza una expedición agrícola y entomológica organizada por el Instituto Francés de México acompañando a Nicolle. Durante su estancia, envía trabajos publicitarios para la empresa farmacéutica Bayer de México. Firma esas pinturas con su apellido materno, Uranga. 1949 regresa a México y prosigue realizando encomiendas comerciales.
En ocasiones mostraba su mordaz pero fino humor en sus trabajos de publicidad para la Casa Bayer, como Amibiasis o los vegetales, en donde, para ilustrar el peligro de los alimentos contaminados con aguas insalubres, pintó un bodegón de verduras atacadas por diminutos seres que portan cuchillo y machetes. También hace gala de su observación científica que traduce en mágicas y bellas estampas como es el caso del mosquito de la malaria que nos luce como una hermosa pero peligrosa mariposa entre caños.
Esta corta pero intensa vida en Venezuela, le dejará una particular huella en su espíritu creador que se reflejará posteriormente en algunas de sus obras más destacadas. Entre ellas, Exploración de las fuentes del rio Orinoco que pinta en 1959. Como dice Andrea Luquin Calvo en Remedios Varo: El espacio y el exilio (2008): Varo nos regala un nuevo Ulises en su lienzo Exploración de las fuentes del río Orinoco, una nueva narración del mito del héroe, en donde el viaje ocurre como la propia Remedios relataba «el día en que estrenó un impermeable último modelo para viajes y excursiones» en su periplo de exiliada.
El Orinoco el cuarto río del mundo en cantidad de agua transportada nace de un chorrito. En este cuadro el explorador navega en una nave fantástica, usando un impermeable con un sugerente sombrero y está a punto de descubrir una de las fuentes del soberbio río (adjetivo apropiado usado por Jules Verne en su novela Le superbe Orénoque de 1898) que brota de un cáliz, y crea el agua espontáneamente escondido en uno de los tantos árboles de la selva tropical, evocando posiblemente a Kareru en el mito de la creación de los piaroa, pues el árbol es un eje central del nacimiento de estos parajes.
Narra la tradición que Buoka y Wajari, fueron los primeros hombres entre los piaroa. En el principio todo estaba oscuro, no había sol, no había agua, no había cielo, no había montañas, no había hombres. Wajari, creador de los elementos, de los animales y del ser humano aún no había nacido.
De pronto apareció Buoka al lado de un hermoso árbol que él mismo llamó Kareru. Este árbol producía el jugo del conocimiento. Enemey Ofoda, un espíritu de la selva, le dijo a Buoka que bebiera el jugo de este árbol. Buoka así lo hizo y tuvo visiones de lo que podía hacer. Kareru es el primer árbol, es el árbol abuelo y el árbol padre a la vez. De él nacieron el báquiro padre, el chácharo padre y el armadillo padre. Buoka bebió el jugo del árbol Kareru, entonces tuvo visiones. En esas visiones viajó y llegó a los lugares sagrados subterráneos de los espíritus del báquiro, de los cachicamos y de otros animales de la selva. Vio todos los espíritus animales que viven en las profundidades de la Tierra y escuchó las voces de los instrumentos musicales del báquiro. Estas visiones las logró con un solo trago de jugo del Kareru. También miró la imagen de los instrumentos musicales y vio a través de las cascadas; atravesó el cielo con sus ojos y alcanzó a ver los espíritus de las montañas. Vio el nacimiento y la desembocadura del gran padre de las aguas, el río Orinoco.
¿Acaso Remedios se adelantó a la notable expedición franco-venezolana de aquel 27 de noviembre de 1951? En esa excursión de carácter científico integrada entre otros por el mayor Franz Rísquez Irribarren, el arqueólogo José María Cruxent, el médico Luis Carbonell, el botánico León Croixat y el cineasta Lluch, hallaron el nacimiento del titán acuático del sur: el cerro Delgado Chalbaud a 1.407 metros de altitud.
No obstante sus éxitos cosechados durante la última etapa de su vida en México, no es sino hasta hace poco que la crítica la redescubre, apreciándola en su justa medida, con excepción del círculo de destacados artistas del surrealismo que entendieron sus trabajos. Es que la obra de Varo evoca un mundo surgido de su imaginación donde se mezcla lo científico, lo místico, lo esotérico y lo mágico.
Remedios Varo está considerada una artista alquimista dedicada a hacer revivir mundos que en su pintura surgen de los cuentos de hadas del inconsciente como nos los destaca la periodista cultural e investigadora española Mercè Ibartz. El trabajo de la pintora es vasto y complejo con un estilo característico y fácilmente reconocible.
Su obra completa está envuelta e incluso impregnada de una atmósfera de misticismo, moldeado en las figuras representativas del mundo secular moderno. Encontramos también en su pintura un marcado interés por la iconografía científica, basta con pensar en obras como Descubrimiento de un geólogo mutante (1961) en la que parece plasmar su minuciosa observación de la naturaleza salvaje y exótica que le brindó el paisaje del Orinoco. Aunque luzca repetitivo, no podemos soslayar las ilustraciones que hizo para la campaña de la empresa Bayer, que por el hecho de ser carteles publicitarios, no le restan en absoluto su detallista y sorprendente talento artístico, son obras de arte en sí mismas.
Son numerosos los cuadros donde Remedios Varo habla de la ciencia en obras además de la apuntada en Fenómeno de ingravidez (1963), Planta insumisa (1961), La creación de las aves (1957) entre otros, siendo uno de los temas más constantes en su obra como nos refiere Janet Kaplan en Viajes inesperados, el arte y la vida de Remedios Varo (1988) «la búsqueda espiritual, (pues) le parecía que la ciencia debería adoptar un papel, no de dominio, sino de armonía con las fuerzas naturales». Remedios se mostraba escéptica en cuanto a la tecnología como único medio para progresar. Por ello, construyó su obra como una salida distinta a lo que la sociedad y la ciencia nos imponen como camino al progreso, ese espacio que no podrá ser colmado por inteligencia artificial alguna.
Sus lienzos están realizados con la meticulosidad de un orfebre y reflejan la unidad cósmica y las interconexiones entre diferentes planos de la realidad: la materia y el espíritu, el mundo animal, el humano y el vegetal. Otro de sus grandes temas, que fascinó a los surrealistas, es el de la mujer maga, más ligada al inconsciente que los hombres y dotada de poderes superiores. Su originalidad reside en que nos las emplaza en el en ocasiones tan denostado ámbito doméstico. Hechicera de imágenes, colores y mundos oníricos.
Remedios es, como nos dice Octavio Paz, «el arte de la levitación: pérdida de la gravedad, pérdida de la seriedad. Remedios ríe pero su risa resuena en otro mundo». Como muestra, basta observar obras de Remedios como Vampiros vegetarianos (1962), en donde tres vampiros están sentados alrededor de una mesa sorbiendo en vez de plasma, la savia de frutas y vegetales que parecen disfrutar de frutas y verduras. Debajo de cada silla está amarrado un gallo con un cuerpo parecido al de un gato, para prevenir el amanecer. La risa de Remedios resuena también en Simpatía (1955), en El gato helecho (1957) o un mundo espléndido para sus animales preferidos (tenía varios en su casa) en Paraíso de los gatos (1955).
Poseía una competencia para el dibujo, imprescindible en todo pintor, una extraordinaria dibujante. Acostumbraba a realizar dibujos completos de sus obras antes de llevarlos al lienzo. De por sí, obras de arte.
El 8 de octubre de 1963, después de disfrutar de una comida en su casa en México, se siente cansada, se acuesta. Morirá de un sorpresivo ataque al corazón, joven como los héroes míticos. Se había hecho mexicana en amor y en papel. Le acompañó hasta su último momento su último esposo, el político austriaco Walter Gruen con quien se había casado en 1952. La enterraron en el Panteón Jardín de Ciudad de México. «Remedios volatiza la realidad, por su cuerpo no circula sangre sino luz», poema emotivo que hace de ella Octavio Paz. Dejó terminado en su caballete su última pintura Naturaleza muerta resucitada (1963), acaso su testamento.
Muchas de sus obras forman parte de galerías particulares, sin embargo, el Museo de Arte Moderno de México guarda no solo una muestra notable de su obra sino que sus efectos personales, notas, bitácoras y cajitas de sus recuerdos y sueños más íntimos. Su obra Exploración de las fuentes del río Orinoco fue vendida por la casa de subastas Christie’s en 2007 por un poco más de un millón doscientos mil dólares. Es desafortunado que Venezuela no cuente con alguna de sus obras en la Galería de Arte Nacional. En todo caso, cabría organizar en el país para mejores tiempos su muestra pictórica. A inicios de este singular año de 2020 se presentaron algunas de sus pinturas en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) en coordinación con la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, a través del Museo de Arte Moderno de México.
Remedios Varo guardó un pedacito de su creativo corazón las corrientes del soberbio Orinoco y de su exuberante e intrincado paisaje. Bien valdría la pena ese esfuerzo y reconocimiento.
Referencias
Kaplan, Janet, (1988) Viajes inesperados, el arte y la vida de Remedios Varo, México, Epoca.
Luquin Calvo, Andrea. (2008) Remedios Varo: El espacio y el exilio. Colección LILITH del Instituto Universitario de Investigación de Estudios de Género de la Universidad de Alicante
Ovalle, Ricardo; Gruen, Walter; Blanco, Alberto; Del Conde, Teresa; Grimberg, Salomon; Kaplan, Janet A. (1998). Remedios Varo: Catálogo razonado (Segunda edición). México, D.F.: Ediciones Era. p. 58.
Paz, Octavio, (2000) Corriente Alterna, México, Siglo XXI.
Velásquez, Ronny (2017) Mitos de creación de la cuenca del Orinoco. Caracas. Fundación Editorial El perro y la rana
Para conocer más sobre la vida y obra de Remedios Varo: https://www.remedios-varo.com/