Octavio Sisco Ricciardi
El limón es una fruta cítrica de innumerables propiedades terapéuticas y estéticas. Su nombre proviene del farsi (persa) “limoo”, lo que nos indica que es una fruta originaria de Asia (Assam, región en el sureste de India, norte de Birmania y China). Desconocido por griegos y romanos, su cultivo no fue desarrollado en occidente hasta después de la conquista musulmana de la península ibérica, cuando se extendió por todo el litoral mediterráneo para luego llegar a tierras americanas por intermedio de los españoles y enseñorearse así con su verde presencia. El azahar, flor blanca que comparte con su familia cítrica (naranja, toronja, lima) tiene un aroma que hechiza a cualquier mortal de donde deriva esencias, perfumes y aceites.
En la avenida Lecuna de Caracas, a menos de una cuadra de la estación Metro Teatros hacia el este, cercana de la Basílica de Santa Teresa dirección norte, está la esquina de Miracielos, que si bien aún no hay certeza pacífica entre cronistas e historiadores sobre el origen de su nombre, conserva una de las leyendas más hermosas de la Caracas de antaño.
Corría el año de 1696 cuando una epidemia de fiebre amarilla o "vómito negro" como también se le conocía, azotaba a la población, diezmada anteriormente por la viruela. Esta nueva afección había causado muchas víctimas, resultando ineficaces para contrarrestarla los escasos recursos terapéuticos de la época. La ciudad invocó la protección de Santa Rosalía de Palermo, pero al año siguiente, se decidió sacar en solemne procesión a la venerada imagen del Nazareno de San Pablo, la cual estuvo presidida por el novísimo Gobernador de la Provincia de Venezuela, Maestre de Campo Don Francisco Berroterán, junto al Obispo, para pedirle que cesara la epidemia de fiebre amarilla.
El Nazareno de San Pablo es una talla en madera de pino de Flandes elaborada en Sevilla, España, atribuida al tallador Felipe de Ribas en el siglo XVII. Dice la tradición que el escultor, después de terminar de tallar la imagen, el Nazareno se le aparece y le dice: "Donde me has visto que tan perfecto me has hecho". Fue llevada a Caracas, recibiendo devoción primeramente en la Ermita de San Pablo ermitaño, de ahí viene su nombre de Nazareno de San Pablo. La imagen consagrada el 4 de julio de 1674, recibió culto en la capilla de San Pablo hasta que en 1880 el presidente Guzmán Blanco ordenó su derribo, levantando el mismo lugar el teatro municipal. El mismo presidente mandó erigir en honor a su esposa la Basílica de Santa Teresa, siendo trasladada la imagen a este nuevo templo, donde es venerada en la actualidad. (NUÑEZ, Enrique B. “La Ciudad de los Techos Rojos”. Monte Ávila Editores, 1988. NAZOA, Aquiles. “Caracas Física y Espiritual”. Editorial Panapo. 3° edición. Caracas 1987)
Cuando la procesión pasaba por la esquina de Miracielos, lugar donde debió existir una huerta lleno de limoneros, al desviarse la imagen hacia un costado para salvar un mal paso de la calle, uno de los brazos de la Cruz tropezó con el frondoso ramaje de un limonero que asomaba sus áureos frutos por encima de una tapia del jardín de una vivienda. Dejemos que sea el poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco quien nos narre con sentida y hermosa pasión este episodio legendario.
En la esquina de Miracielos
agoniza la tradición.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor...?
Miracielos; casuchas nuevas,
con descrédito del color;
antaño hubiera allí una tapia
Y una arboleda y un portón.
Calle de piedra; el reflejo
encalambrado de un farol;
hacia la sombra, el aguafuerte
abocetada de un balcón,
a cuya vera se bajara,
para hacer guiños al amor,
el embozo de Guzmán Blanco
En algún lance de ocasión.
En el corral está sembrado,
junto al muro, junto al portón,
y por encima de la tapia
hacia la calle descolgó
un gajo verde y amarillo
el limonero del Señor.
Cuentan que en pascua lo sembrara,
el año quince, un español,
y cada dueño de la siembra
de sus racimos exprimió
la limonada con azúcar
Para el día de San Simón.
Por la esquina de Miracielos,
en sus Miércoles de dolor,
el Nazareno de San Pablo
Pasaba siempre en procesión.
Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».
La Terapéutica era inútil;
andaba el Viático al vapor
Y por exceso de trabajo
se abreviaba la absolución.
Y pasó el Domingo de Ramos
y fue el Miércoles del Dolor
cuando, apestada y sollozante,
la muchedumbre en oración,
desde el claustro de San Felipe
hasta San Pablo, se agolpó
.
Un aguacero de plegarias
asordó la Puerta Mayor
y el Nazareno de San Pablo
salió otra vez en procesión.
En el azul del empedrado
regaba flores el fervor;
banderolas en las paredes,
candilejas en el balcón,
el canelón y el miriñaque
el garrasí y el quitasol;
un predominio de morado
de incienso y de genuflexión.
—¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos.
La peste aléjanos, Señor...!
En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la Cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.
De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
—¡Milagro...! ¡Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor...!
Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración.
Miracielos: casuchas nuevas;
la tapia desapareció.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor...?
¿Golpe de sordo mercachifle
o competencia de Doctor
o despecho de boticario
u ornamento de la población...?
El Nazareno de San Pablo
tuvo una casa y la perdió
y tuvo un patio y una tapia
y un limonero y un portón.
¡Malhaya el golpe que cortara
el limonero del Señor...!
¡Malhaya el sino de esa mano
que desgajó la tradición...!
Quizá en su tumba un limonero
floreció un día de Pasión
y una nueva nevada de azahares
sobre la cruz desmigajó,
como lo hiciera aquella tarde
sobre la Cruz en procesión,
en la esquina de Miracielos,
¡el limonero del Señor...!
Hasta hoy día, aún la imagen participa en las celebraciones de la Semana Santa en Caracas, realizando su estación de penitencia el día de miércoles Santo en una procesión que dura entre tres y cuatro horas. Estas manifestaciones cultuales han sido reconocidas como Patrimonio Cultural de Venezuela por el Instituto del Patrimonio Cultural.